miércoles, 4 de mayo de 2016

Mi esposa quiere ser la puta de otro (3)

Continua la historia....


Después de unos años, Paty encontró una mejor oportunidad de empleo en la editorial donde nos conocimos y Henry se manifestó satisfecho de que ella se superara, por lo que dejaron de trabajar juntos, aunque ocasionalmente se veían para comer o desayunar, comentándose las diversas novedades que iban surgiendo.

 Fue en uno de esos desayunos cuando les acompañó una prima de mi esposa que no conocía a Henry; ella le aseguró a mi mujer que, luego de ver su actitud, era evidente que su “padre postizo” estaba enamorado de ella. Paty lo tomó como una tontería, asumiendo que su prima confundía el cariño fraternal que se tenían con algo que no existía.

Cuando nos conocimos y nos hicimos novios, Paty me habló de Henry como un gran amigo que la veía como una hija, relatándome todo lo que la había ayudado. Yo así lo acepté aunque, cuando lo conocí, también vi una mirada de atracción más que de paternalismo. Se lo comenté a mi esposa y ella me aseguró que no era así.

Yo tenía entendido que ella lo veía como un padre, por lo que me sorprendió que ella misma lo propusiera como su próximo amante de planta, pero la muy zorra me confesó descaradamente que siempre se había sentido atraída por él y que, si Henry se lo hubiera propuesto, no hubiera dudado en darle las nalgas, y lo hubiera hecho con gusto antes de conocerme y, más aún, después de casarnos. Al preguntarle por qué no lo hizo me respondió que no quería romper con la amistad fraternal que ambos habían cultivado con los años.


Inmediatamente, le cuestioné por qué ahora sí estaría dispuesta a correr el riesgo y me confesó que en sus últimas citas se había percatado de que quizá su exjefe sí sintiera algo más que paternalismo por ella, pues ahora le tomaba la mano por segundos y lo había descubierto un par de veces mirándole el culo con lascivia. Además, por la estrecha relación que llevan, Paty ya le había confesado a Henry de nuestros encuentros con otros hombres, lo cual él aprobaba totalmente, asegurando que todos tenemos derecho a vivir nuestra sexualidad como nos plazca.

 Quizá por esas confesiones, justo unos días antes de que la piruja de mi mujer y yo nos planteáramos la posibilidad de que fuera la puta de planta de alguien, Henry le llamó por teléfono para que fueran a desayunar, asegurándole que tenía algo muy importante que decirle.

Aunque mi ofrecida esposa y yo tenemos una comunicación total, no me comentó lo extraño que le pareció lo que le dijo su exjefe ni el nerviosismo evidente que escuchó en su voz al invitarla a desayunar, cuando citarse era algo que sucedía comúnmente. Sin embargo, al otro día de esa llamada, Henry le canceló la cita, se notaba nervioso y cortante; se podría decir que se estaba arrepintiendo de habérselo dicho y más cuando le dijo a mi mujer que olvidara aquello importante que tenía que decirle.


Cuando la cerda de mi esposa me lo platicó, le dije que eran evidentes las intenciones de Henry para confesarle su amor o, de menos, su atracción por ella y que a la mera hora se había arrepentido, quizá por la misma razón que esgrimía la nalgona de mi mujer: no romper con su amistad fraternal o que ella lo tomara a mal. Así, encuerada como estaba junto a mí, le sugerí que le llamara a nuestro prospecto de corneador de planta y provocara una cita para verse, pero que fuera más coqueta e insinuante, para que él viera que ella también tenía interés.

 Fue muy humillante escuchar a la zorra de mi mujer hablar con el hombre que, próximamente y si las cosas salen bien, la convertirá en su puta de planta. Le llamó con una voz mucho más coqueta y putona que como le hablaba normalmente y lo que más me calentó fue la humillación cuando la muy ofrecida le dijo delante de mí con voz aterciopelada: “Te extraño mucho”.


En fin, que la cita entre Henry y la nalgona de mi mujer es este próximo miércoles. Juntos decidimos que ella irá vestida de una manera tan provocativa que, seguramente, Henry se sorprenderá. Mi esposa, a pesar de que es una perra consumada, no suele vestirse de manera provocativa, a menos que salgamos juntos con el fin de buscar hombres que se la cojan, por lo que la microfalda sin calzones que llevará y la delgada blusa de algodón sin brassiere que resaltará sus pezones serán más que una invitación para que su exjefe dé el siguiente paso.

Para amarrar las cosas, le comentará durante la plática que yo no solamente soy un cornudo, algo que ya sabe, sino que no la satisfago, que soy un poco hombre y que ella necesita un macho que le dé placer, que sea su amante de planta. Le dirá que yo acepto mi condición de poco hombre y que estoy de acuerdo también con que ella tenga un amante.

Ya nos pusimos de acuerdo en que ella aceptará cualquier propuesta que le haga Henry, por lo que esperamos que dicho desayuno termine en la habitación de un hotel, desde el cual me llamará delante de Henry para decirme que va a coger con él y que pase por ella a tal hora. Con esto, queremos que mi próximo corneador permanente se dé cuenta de mi aceptación y de la disposición que tengo de ser humillado por mi putona esposa y, desde luego, también por él.



De cualquier manera, no descartamos la posibilidad de que Henry no se anime o de que la culona de mi mujer tenga no uno, sino dos amantes que le den la verga que yo no puedo darle. Y ésa es una de las razones para escribir este relato:

Si estás interesado en que la piruja de mi mujer sea tu amante, escríbenos con una foto de tu cara y hablándonos de ti y de por qué quieres que sea tu puta de planta al correo que creamos para buscarle amante: laputademiesposa@hotmail.com, te responderemos de inmediato y con una foto de la perra de mi mujer completamente encuerada.

También puedes llámame cuando quieras al teléfono que adquirimos para que yo atienda a los amantes de mi mujer: 044-55-2406-6514; te aclaro que el teléfono no siempre puedo tenerlo prendido y que mi puta y nalgona esposa no contesta las llamadas.

Experiencia sacada de Todorelatos. 

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